Por qué el líder inclusivo es más necesario que nunca
El estilo autoritario, que encarna Donald Trump, es poco eficaz en contextos complejos y en los que hay demasiadas variables a considerar
Cuando acaban de transcurrir los primeros 100 días del nuevo mandato de Donald Trump y el mundo todavía está recuperándose del sobresalto que ha supuesto su reentrada en la Casa Blanca, es momento de reivindicar un modelo de liderazgo que contrasta con esta nueva deriva autoritaria que encarna el nuevo presidente de los Estados Unidos, pero que en realidad ya llevábamos un tiempo viendo proliferar en otros líderes, tanto del ámbito político, como del empresarial. Es momento de reivindicar el liderazgo inclusivo.
La figura del líder fuerte que anula cualquier conato de discrepancia y marca un único camino a seguir es tan antigua como el propio ser humano. Y los argumentos esgrimidos por sus defensores no han cambiado sustancialmente en todos estos siglos. Un líder carismático, algo arrogante, resolutivo, que parece saber a ciencia cierta lo que le conviene al colectivo al que guía, –ya se trate de una nación, una empresa, una comunidad de vecinos o una familia– y que ejecuta su plan con eficiencia, sin titubeos y sin dejarse amedrentar por posibles amenazas externas.
En contraposición a ese modelo de visión única, el liderazgo inclusivo fomenta la diversidad y no solo permite, sino que impulsa, el debate y el intercambio de puntos de vista en busca de la mejor solución
El problema es que ese modelo, que pudo funcionar en el pasado, no lo hace en un entorno actual extremadamente complejo, globalizado, tensionado, cambiante y en el que entran en juego demasiadas variables. En esas condiciones, es literalmente imposible que una única visión maneje todos los ángulos tenga respuesta para todo. El riesgo de que este tipo de líderes ignoren variables esenciales a la hora de tomar decisiones trascendentes y que pueden determinar el curso de los acontecimientos es muy alto.
En contraposición a ese modelo de visión única, el liderazgo inclusivo fomenta la diversidad y no solo permite, sino que impulsa, el debate y el intercambio de puntos de vista en busca de la mejor solución. Una fórmula que ha demostrado ser mucho más eficiente en entornos de incertidumbre y resiliente en la gestión de riesgos.
El liderazgo inclusivo gana en seguridad y en eficiencia gracias, precisamente, a la riqueza que aporta la diversidad de pareceres. Simplemente, cuantos más puntos de vista sean tenidos en cuenta en el proceso de toma de decisiones, más posibilidades habrá de que las múltiples variables que lo condicionan sean tenidas en cuenta. Estas son algunas de las claves para que el modelo funcione:
- Clima de confianza. Para que esas opiniones diversas tengan resonancia en la organización, previamente el líder inclusivo habrá tenido que generar las condiciones propicias para que puedan ser escuchadas. Para ello, habrá tenido que impregnar la cultura organizacional de un clima de confianza mutua, aceptación de la divergencia de opiniones y, sobre todo, tolerancia al error. Si un empleado tiene algo interesante que decir, pero siente que podría ser sancionado o reprendido por ello, se abstendrá de expresar lo que piensa.
- Diversidad. Un líder inclusivo solo tiene sentido en una organización que también lo sea y en la que impere la diversidad. Diversidad de género, de edad, de raza, de nacionalidad, de estudios… Cuanto más diversa sea esa plantilla, más probabilidades habrá de que tenga capacidad para dar respuesta a los muy distintos retos que se le pondrán por delante.
- Redarquía. El líder inclusivo rompe con la rigidez de las jerarquías que marca el estilo autoritario. No pretende tener todas las respuestas, sino que sus esfuerzos se orientan a hacer a sus colaboradores las preguntas adecuadas. En su lugar, asume un liderazgo redárquico en el que su papel no es tanto dirigir, como guiar e inspirar a otros para que aúnen esfuerzos. Su objetivo es catalizar voluntades y talentos en torno a una meta común.
- Acción. Por definición, todo líder está orientado a la acción. Es alguien cuya principal virtud está precisamente en hacer que las cosas sucedan. Y esa capacidad no es una prerrogativa exclusiva de los líderes autoritarios, sino que también debe formar parte del pack de habilidades del líder inclusivo. La diferencia está en que éste tomará unas decisiones más reflexivas y menos impulsivas, con mayor perspectiva y niveles de seguridad frente a riesgos e imponderables que las que pueda tomar un dirigente de la vieja escuela del ordeno y mando.
- Tecnología. Esa reflexión y espacio para escuchar otras opiniones no debe implicar en ningún caso menor agilidad. Si algo nos ha enseñado este primer cuarto del siglo XXI que llevamos de cisnes negros, rinocerontes grisis y otros sobresaltos es que la velocidad del cambio es el rasgo que caracteriza esta nueva era. Y los cambios veloces requieren de respuestas veloces. Los críticos del modelo inclusivo dirán que con el estilo asambleario se pierde un tiempo valiosísimo y la ventana de oportunidad para reaccionar ante los desafíos. No es así. Afortunadamente, la tecnología y el imperio del dato pueden incrementar exponencialmente esa capacidad para tomar en consideración grandes cantidades de datos sin perder agilidad en la respuesta.