Errar es humano (pero podría serlo un poco menos gracias a la automatización)
La automatización no pretende acabar con el error como fuente de aprendizaje, sino reducir las ineficacias de las equivocaciones rutinarias
Que equivocarse forma parte de la naturaleza humana es algo indiscutible. Los errores de juicio —ya sean fruto del desconocimiento, la negligencia, la falta de revisión, el celo mal orientado, la ausencia de procedimientos, la precipitación o incluso el exceso de prudencia—, así como la falta de atención o de foco, los despistes y descuidos, los olvidos, los lapsus o el desperdicio de oportunidades, son situaciones tan humanas como, en cierta medida, inevitables.
Y aunque casi todos estos errores tienen, en alguna medida, consecuencias negativas –algunas de ellas muy graves y hasta letales en situaciones extremas–, no todo en ellos es malo. Hay errores afortunados, como las serendipias que propiciaron el descubrimiento de América, la invención de la penicilina, de la cerveza, del velcro y de tantas y tantas creaciones que tuvieron su origen en un providencial accidente provocado por un error humano.
Del error se aprende
Los errores son también una poderosa fuente de aprendizaje. La ciencia, la tecnología y prácticamente cualquier disciplina humana han avanzado gracias a una milenaria metodología de prueba-error que sigue estando plenamente vigente hoy en día.
¡Afortunadamente! Porque el error y, sobre todo, nuestra capacidad para aprender de él, es uno de los rasgos más plenamente humanos que existen y una poderosa palanca evolutiva que nos ha permitir llegar a hasta el presente momento. La posibilidad de no acertar no solo nos hace permanecer alerta ante los desafíos de la vida, sino que también le da aliciente al día a día. Que nadie elimine las equivocaciones humanas, porque sin ellas no seríamos ni la mitad de capaces e inteligentes.
La ciencia, la tecnología y prácticamente cualquier disciplina humana han avanzado gracias a una milenaria metodología de prueba-error que sigue estando plenamente vigente hoy en día
Ahora bien, hay equivocaciones y equivocaciones. Existen infinidad de errores, como los rutinarios que se producen durante la jornada laboral, que no dejan ningún aprendizaje, porque quien los comete sabe perfectamente en qué ha fallado. Lo único que generan son ineficiencias, retrasos, malentendidos y desajustes en el trabajo propio y, lo que es peor, en el del conjunto del equipo.
Algunos de estos fallos pueden ser insignificantes, pero si no se detectan a tiempo pueden provocar un efecto bola de nieve que acabe convirtiéndose en un serio problema para la organización. Y está muy bien que nosotros seamos honestos y humildes para admitir cuando hemos hecho algo mal (no todo el mundo tiene el valor de hacerlo), y aún mejor que extraigamos lecciones de ello. Pero cuando nuestros clientes y compañeros tienen que cargar también con las consecuencias de nuestros errores, estos dejan de ser valiosos y se convierten simplemente en un molesto inconveniente a erradicar.
Automatización para mejorar
Por suerte, muchos de estos errores ordinarios tienen los días contados gracias a las tecnologías de automatización del trabajo, como la IA y las soluciones de software de medición automática del desempeño. Estos desarrollos son capaces de automatizar infinidad de tareas rutinarias que antes debían ser completadas a mano, lo que siempre abría la puerta a que la persona encargada de hacerlo consignara un dato de manera incorrecta, omitiera una anotación o la duplicara sin darse cuenta. Y, créanme, no hay aprendizaje alguno en olvidar meter un ticket de un gasto de comida o en anotar dos horas dedicadas a un proyecto en lugar de tres. Solo un falseamiento (involuntario, sí, pero falseamiento, a fin de cuentas) de los datos reales de desempeño que alteran el seguimiento de ese proyecto o que provocan que el trabajo se facture de manera incorrecta.
Cuando nuestros clientes y compañeros tienen que cargar también con las consecuencias de nuestros errores, estos dejan de ser valiosos y se convierten simplemente en un molesto inconveniente a erradicar
Herramientas de medición de la productividad o de seguimiento de proyectos, como las que hemos desarrollado en WorkMeter, evitan estos sesgos al ser capaces de registrar automáticamente estos datos sin que el trabajador necesite intervenir en el proceso. De este modo, no solo se evitan esos errores indeseables, sino que el profesional queda liberado de esas labores administrativas y puede dedicarse a aquellas otras en las que su trabajo realmente puede aportar un valor diferencial.
La automatización de trabajo no busca acabar con la espontaneidad y esa “magia” que en forma de aprendizajes aporta el error humano. Pero sí puede eliminar buena parte de sus ineficacias y tiempos perdidos para favorecer que esas capacidades humanas brillen.